Artículo escrito por el actor norteamericano Sean Penn, donde describe sus encuentros con Hugo Chávez y Raúl Castro, presidentes de Venezuela y Cuba respectivamente.
Son numerosas las desventajas de ser un escritor sobre el que a menudo escriben. Comencé con una llamada entusiasta a mi madre, de 81 años; esperaba compartir mi entusiasmo por un trabajo en el exterior. “Hola mamá…”. “Ya sé”, dice, “Estás en Júpiter, está en todo el Internet. ¡Dicen que estás retozando con el presidente del planeta! ¡Dicen que es anti-Tierra! Sean, ¿por qué tu cabello sale tan grande en las fotos?”. Pensé: “¿Falta de gravedad?”. “¡Eso fue lo que dijo Hannity1!”, dijo mi madre. Parece que las películas estadounidenses son muy populares en lugares lejanos, y uno debe bailar un poco para evitar historias más hiladas que la verdad que uno intenta contar. Sin embargo, también hay grandes ventajas.
He pasado gran parte de mis 48 años expuesto al ojo público en diferentes grados y en muchas ocasiones me he sentado en la fila del frente de la cultura popular y política. Puedo hablar de primera mano, y hasta he sido testigo, de medios a menudo mentirosos, imprudentes y satanizadores. Sí, en muchos casos, el humo sería una señal precisa de fuego, pero el hecho es que nuestros más respetados medios impresos y televisivos son, en parte, fabricadores conscientes de engaños. En un caso, tengo evidencia fotográfica. Apareció ampliamente en las noticias que había comisionado a mi propio fotógrafo para autopromocionar mi participación en Nueva Orleáns junto a muchos otros voluntarios tras la desgracia de Katrina. Sencillamente, eso no sucedió así. Si bien la noción de autopromoción no se me ocurrió, más tarde lamenté no haber tomado algunas fotos de la devastación que vi. Probablemente llevaré a alguien conmigo para documentar la próxima cagada de los medios o del gobierno. Mientras tanto, reto a cualquiera a buscar las pocas fotos que fueron tomadas por los foto-reporteros que se han tropezado conmigo, y a encontrar una sola que haya pasado la prueba de mi escrutinio narcisista. Pero un beneficio mayor a la perspectiva ofrecida por este espectador sentado en la fila del frente es que ser una figura pública, que incluye una mente abierta a las cualidades de otros países, puede brindar un acceso impresionante.
¿Quién lo hubiese pensado? Ahí estaba yo con el cabello más largo del planeta. Oh yeah. Un cabello largo, largo. Eso pasa en el trópico, crece, y crece bastante. Y ahí estaba yo con mi largo cabello estadounidense buscando la fe en la democracia de mi país en el lugar más inverosímil. Sentado en el Salón de Protocolo en el Palacio de Convención del distrito Miramar en La Habana, todo lo que tenía que hacer era decirle al hombre con gafas sentado en la silla frente a mi en traje militar que estas palabras no serían publicadas hasta después de las elecciones estadounidenses. Y con eso, en la primera entrevista concedida a un periodista extranjero desde el comienzo de la Revolución Cubana de 1957, el presidente Raúl Castro sonrió calidamente y simplemente dijo: “Queremos a Obama”. Su renuencia inicial se debió a la preocupación de que el apoyo de un Presidente cubano podría ir en detrimento de la candidatura de Obama. Y aquí es donde entra la fe: si bien Obama podría convertirse en el décimo primer Presidente estadounidense en la larga historia del reino de los hermanos Castro, a pesar de las relaciones tumultuosas entre Estados Unidos y Cuba desde lo que Henry Cabot Lodge llamó “la amplia política”, como una justificación de las violaciones estadounidenses a la enmienda Teller a finales del siglo XVIII; a pesar de los múltiples intentos de asesinatos de la CIA contra Fidel, su hermano mayor, las tácticas de desestabilización de Robert F. Kennedy y la Bahía de Cochinos, la Enmienda Platt con la toma de la Bahía de Guantánamo, e incluso a pesar de un embargo (de hecho, es un bloqueo) interminable e injustificado de Estados Unidos contra Cuba, aquí estamos en 2008, y Raúl Castro dijo que si el pueblo estadounidense, que hoy apoya al candidato Barack Obama, continúa apoyando al presidente Barack Obama, entonces “se podrían lograr avances importantes y productivos en Cuba y el mundo”.
En lo que pensaba sería una breve entrevista, saqué de mi bolsillo los restos cada vez más reducidos de mi pequeña libreta de notas. Una vez más, Castro sonrió y me pasó una nueva libreta. Pasaríamos juntos las próximas siete horas. LEER COMPLETA PINCHAR AQUÍ
Tomado de: Radiomundial